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Por qué cambié mi Smartphone por un móvil básico (y por qué tú eres el raro por no hacerlo)

Dos teléfonos Nokia

El otro día estaba en una cena. Miré a mi alrededor y vi la escena post-apocalíptica habitual: cinco personas sentadas a una mesa, iluminadas por el brillo espectral de sus pantallas, deslizando el dedo hacia arriba en un trance colectivo. Nadie hablaba. Solo había un sonido de fondo de notificaciones y risas esporádicas provocadas por un vídeo de 15 segundos de un gato cayéndose.

En ese momento, saqué mi teléfono. Lo puse sobre la mesa. Hizo un ruido sordo, pesado, contundente. «¡Clac!».

Mis amigos levantaron la vista, horrorizados. «¿Qué es eso?», preguntó uno, como si hubiera puesto una granada sin anilla junto al salero. «Eso» era un Nokia. Un teléfono básico. Un «ladrillo». Un dispositivo tonto para una persona que decidió dejar de serlo.

Sí, he vuelto a usar un teléfono básico. Y vengo a decirte, desde mi atalaya de superioridad moral (y botones físicos), que probablemente tú deberías hacer lo mismo.

El síndrome del «Apéndice Digital»

Llámenme radical, pero creo que no es evolutivamente normal que entremos en pánico si nos olvidamos un rectángulo de vidrio en casa al salir a comprar el pan.

Me di cuenta de que tenía un problema cuando el informe semanal de «Tiempo en Pantalla» de mi iPhone me dijo que había pasado 6 horas al día mirando el móvil. Seis horas. Eso es casi una jornada laboral completa dedicada a ver stories de gente que no me cae bien, leer noticias que me deprimen y discutir con desconocidos en Twitter sobre si la pizza con piña es un crimen de lesa humanidad (lo es, por cierto, pero ese no es el punto).

Decidí que quería mi cerebro de vuelta. Quería recuperar esa capacidad mística y olvidada de aburrirme.

La vida en T9: Dolor y Gloria

No voy a mentirles. La primera semana fue como una desintoxicación de drogas duras.

El «Síndrome del Miembro Fantasma» es real. Metía la mano en el bolsillo buscando el suave tacto del vidrio y encontraba plástico rugoso. Intentaba tocar la pantalla para abrir el menú y recordaba, con frustración, que tenía que presionar botones.

Y luego está el tema de escribir mensajes. Ay, el T9. ¿Recuerdan tener que pulsar la tecla ‘7’ cuatro veces para escribir una «S»? Es un ejercicio de paciencia zen. ¿El resultado? Dejé de enviar mensajes estúpidos. Si escribir «OK» me cuesta 5 segundos de esfuerzo físico, créanme, solo voy a escribirte si es una emergencia de vida o muerte o si he ganado la lotería.

Teléfonos básicos

«Oye, ¿vendes droga?»

Esa es la pregunta número uno que recibes cuando sacas un teléfono básico en 2025. La gente asume automáticamente una de dos cosas:

  1. Eres un narcotraficante de bajo perfil (al estilo Breaking Bad o The Wire).
  2. Eres un hipster pretencioso que hace su propia kombucha y usa ropa de segunda mano irónicamente.

Me gusta pensar que soy una tercera categoría: Un desertor de la guerra de la atención.

Mientras tú estás ahí, angustiado porque el algoritmo de Instagram te muestra que todos tus amigos están en Bali mientras tú estás en la oficina, yo estoy jugando a la «Viborita» (Snake). Y déjame decirte algo polémico: la satisfacción de que la serpiente se coma la manzana pixelada supera a cualquier like que hayas recibido este mes.

Teléfono Nokia color naranja

Pero… ¿Y el GPS? ¿Y Spotify? ¿Y Uber?

Aquí es donde los defensores del smartphone sacan las antorchas. «¡Es una herramienta útil!», gritan.

Sí, lo es. Es demasiado útil. Es tan útil que se ha comido tu vida.

  • ¿Sin GPS? Pregunto a la gente en la calle. A veces me pierdo. A veces descubro lugares nuevos. Es esa cosa loca llamada «aventura».
  • ¿Sin Spotify? Tengo un reproductor MP3 (sí, todavía existen) o escucho el sonido ambiente de la ciudad. A veces es horrible, a veces es poesía.
  • ¿Sin Uber? Levanto la mano. Los taxis amarillos paran. Es magia negra.

La insoportable levedad de tener batería

¿Saben qué es lo mejor? Cargo mi teléfono una vez a la semana. UNA VEZ A LA SEMANA.

Mientras tú vas por la vida como un vampiro buscando enchufes en los aeropuertos, mendigando un cable Lightning o USB-C, yo camino libre. Mi teléfono podría sobrevivir a un apocalipsis nuclear y todavía tener dos rayas de batería. Esa sensación de libertad es, sinceramente, el verdadero lujo moderno.

Conclusión: Atrévete a desconectar (aunque sea un rato)

No digo que quemes tu iPhone en una hoguera ritual (cuestan caros y el humo es tóxico). Pero te invito a cuestionar si realmente necesitas estar conectado a la Matrix 24/7.

Desde que uso mi «dumbphone», leo más, duermo mejor y mis conversaciones ya no se interrumpen porque me vibró el bolsillo. He descubierto que el mundo real tiene gráficos de altísima resolución y cero lag.

Así que ríete de mi ladrillo. Haz tus chistes sobre si estoy esperando una llamada del 2005. Yo te escucharé con atención, mirándote a los ojos, porque a diferencia de ti, no tengo nada más interesante que mirar en mi mano.

Marco Antonio
Marco Antonio
Marco Antonio (Antonee) es un Analista de Sistemas con una profunda pasión por la fotografía y el diseño gráfico. Su talento para crear impactantes obras visuales lo ha llevado a fundar Gooova Studio, donde, además de ser redactor, canaliza su experiencia y creatividad para ofrecer soluciones innovadoras.

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